NOTICIAS

Sábado 2 de abril de 2011.

TALLER DE LACTANCIA MATERNA
Lugar: Ceperi.
Horario: 10-14 hrs.

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Lunes 28 de marzo de 2011.

DIÁLOGO Y CONSEJERÍA DE LACTANCIA MATERNA.
Lugar: Ceperi.
Horario: 11-12 hrs.
Entrada Libre.


jueves, 3 de marzo de 2011

Maternidad y egoísmo

Amamantar es dar el ser al Otro, es una entrega total en la que el tiempo cobra una nueva dimensión. Ser madre se torna, a partir de los pechos y el contacto, en la comprensión del presente absoluto. Se disuelve el yo, se disuelve la identidad del otro o quizá sea sólo que el otro se muestra radicalmente, como nunca antes. El otro se muestra y, si no estamos preparadas para recibirlo, atenta en contra de nuestra individualidad y de nuestras necesidades más básicas, se torna peligroso. Ser madre es por eso fragilidad y fuerza, siempre se presentan dos estados que se contradicen, que se niegan el uno al otro. Si no estamos listas para recibir al Otro podemos comenzar una guerra incansable que está destinada al fracaso pues no hay ganador posible, pierde el yo y pierde el tú: pierde el nosotros. No es posible la guerra con nuestros hijos, o mejor dicho, es una batalla sin sentido, es el absurdo mismo pues si el yo de la mujer vence al yo del hijo no hay manera de que la madre naciente en la mujer se erija con autoridad. La madre que ahora soy cae derrotada al tiempo que ve caer a su propio hijo desgarrado por las fauces del violento e insaciable yo. No hay cabida para el egoísmo si queremos maternar, acoger, amamantar al Otro.

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Le Kangarou d´osier, 1934

Le Kangarou d´osier, 1934
Dora Maar

Dora Maar

Dora Maar
Picasso

cuestiones sobre el embarazo. 11.08.07

Me pregunto si alguna mujer, como yo, ha sentido ese miedo terrible al embarazo y al mismo tiempo esa enorme necesidad de concebir. Querer sentir cambiar tu cuerpo, tocar tu vientre enorme y firme, ver crecer tus pechos y tus caderas, moverte torpemente. Pensar que es posible que el cuerpo tenga esa capacidad de transformación, una piel tan elástica, un sexo tan versátil. El gozo de la mujer es infinitamente misterioso. El embarazo se me presenta como un gozo magnífico. Es el cuerpo el que lo pide y lo pide con el estallido del placer sexual, desear tener un hijo es, ante todo, tener el cuerpo excitado, sensible al menor roce y ansioso de abundancia. Me pregunto si existe alguna mujer que me pueda decir si ha sido percibido que el deseo de concebir se le presentó así. Para mí la búsqueda de la maternidad ha aparecido de esta manera inauditamente animal. Mi compañero se ha quedado sorprendido muchas veces ante los caprichos y las exigencias de mi cuerpo.
El miedo terrible, la angustia, llega cuando me hago conciente del riesgo que implica dar vida. No sólo en el plano físico, es decir, el miedo no se reduce a saber que un embarazo puede llegar a ser muy accidentado y peligroso y ni qué decir del parto, sino también en el plano de la responsabilidad absoluta y, me avergüenza reconocerlo, pero es verdad, temor enorme a tener que abandonar el curso de mi profesión, cambiar mi vida en pareja, egoísmo, en fin, puro y duro, porque por más que me digo a mí misma que esto que hago es para otros, que es para que otros puedan después tener acceso a una educación más completa, más responsable, de momento, en el instante real, me siento absolutamente inútil y paralizada. No puedo tener un hijo ahora, y no sé si en verdad es solamente por egoísmo o por prudencia.
Lo cierto es que sé que, si mi cuerpo no me sometiera a su tiranía, esto ahora no sería un problema para mí. Esperaría a terminar la investigación que estoy haciendo. Me avocaría a tratar de reunir más opciones para poder ofrecer una vida más digna, no sólo a un hijo, sino en general a otros. Si no, qué esperanzas puedo tener de que un hijo tenga un lugar mejor para vivir, qué habré hecho yo para que ese lugar sea posible. Pero mi cuerpo me demanda, y su exigencia engendra en mí un nuevo temor: que el tiempo pasa, la ventaja que implica para la maternidad el adquirir con la edad una conciencia moral mucho más sólida, no significa más que desventajas para mi cuerpo. ¿Y si cuando esté “en mi punto” intelectual, ético, profesional, para la maternidad, se ha pasado ya el “punto ideal” de mi cuerpo, que es ahora, y éste se niega a engendrar? ¿Cómo es posible que el ser humano sobreviva a pesar de su propio desequilibrio? Parece ser que para nuestra naturaleza es mucho más grave dejar de parir que no saber educar, que no saber hacernos responsables por aquello que nos ha salido de las entrañas, y más, con la terrible ignorancia de pensar y creer que esos hijos que hemos parido son nuestros como lo es una casa o un coche o una bicicleta. Hace poco leí en un periódico, en una de esas tertulias infames que les encanta poner en una famosa revista para mujeres que edita un conocido diario español, que hoy en día la decisión de tener un hijo no sólo era exclusivamente nuestra, es decir, de la mujer (pero ya tendré ocasión para abordar con más calma este tema), sino que hacer esta elección era como decidir si querías o no conducir un coche… ¡Así como hoy decido que no quiero conducir, pues también decido que hoy no quiero tener un hijo!, ¡a ver mañana de qué humor me levanto! A estas mujeres como que se les olvidó hacer unas cuantas acotaciones, pero sinceramente no voy a perder el tiempo señalando algo que cualquier persona con sentido común entiende sin ninguna ayuda y que, para añadir, si pudiera elegir a su propia madre, ciertamente no tomaría por madre a una señora que no entiende el valor de sus propias acciones, ni distingue un verbo de otro (conducir-concebir). Por otro lado y mucho más grotesco aún, fue el caso real de un pusilánime hombrecillo que, al ser detenido por la policía francesa cuando se descubrió, entre otras cosas, que llevaba años abusando sexualmente de su hija, respondió a las acusaciones que era su hija y por eso podía hacer con ella lo que él quisiera. También hay gente que no entiende el sentido del pronombre posesivo, ni la diferencia latente entre los hombres, los animales, los seres vivos en general, y los objetos del mundo.
Ojalá la propia naturaleza nos guardara de semejante instinto pero, visto lo visto, parece ser que, como ya he dicho, sólo se guarda de proveernos de un firme instinto de reproducción, de supervivencia. Prueba de ello es que, mientras escribo todo esto, mi cuerpo expresa su propia historia y exige lo suyo a base de palpitaciones y sutiles cosquilleos. Supongo que, sólo me resta ser paciente y confiar en que tendré la fortuna suficiente para poder elegir el momento más apropiado, es decir, menos desequilibrado, entre mi pasión y mi razón…



Signo Femenino